En Argentina, cada 29 de agosto se celebra el día del árbol, con el objetivo de concientizar sobre la importancia de los árboles y la necesidad de protegerlos y cuidarlos. La fecha fue establecida en 1900 desde el Consejo Nacional de Educación, y desde entonces se sumaron otras metas, como luchar contra la deforestación y la tala indiscriminada.
Es por eso que hoy quiero recordar nuevamente a Carlos Thays, el gran paisajista francés que se enamoró de Argentina. Él fue uno de los primeros en valorar la flora nacional, viajó por todo el país para conocer las distintas especies y luego trajo esos árboles a Buenos Aires.
En 1891, al presentar su propuesta al concurso para la Dirección de Paseos de la ciudad, expresó: “El hombre, sobre todo el que trabaja, necesita distracción. ¿Acaso hay alguna más sana, más noble, más verdadera, cuando se sabe apreciarla, que la contemplación de los árboles?”
Gracias a su legado, a partir de la primavera el paisaje de la capital se transforma y se tiñe cada mes de un nuevo color:
Lapachos
En septiembre florecen los lapachos. Originarios del norte de nuestro país, sus altas copas rosadas despiden al invierno y alegran las plazas, calles y avenidas. También hay ejemplares amarillos, de menor porte, pero con una intensidad que contrasta contra el cemento porteño.
Ceibos
En octubre es el turno de los ceibos. Es un árbol típico de la zona del Delta del Paraná y la Mesopotamia, y su flor fue declarada “flor nacional de Argentina”. En Buenos Aires crecen espléndidos en la Reserva Ecológica, a orillas del Río de la Plata, pero también se encuentran diseminados por la ciudad.
Jacarandá
Noviembre es violeta con el jacarandá. También nativo de las yungas porteñas, logró aclimatarse bien y hoy ya es una marca registrada de Buenos Aires. Porteños y turistas esperan ansiosos este momento del año para presenciar el bello espectáculo que ofrecen. Aquí les cuento más sobre dónde encontrarlo.
Tipas
En diciembre florecen las tipas y sus pétalos amarillos cubren las veredas de las calles. A veces se entremezclan con las flores del jacarandá, creando una composición de colores complementarios que parece salida de la paleta de un pintor impresionista.
Palos borrachos
Por último, entre enero y marzo, nuevamente llega el rosa con los palos borrachos. Sus grandes y atractivas flores son un imán para colibríes y mariposas, pero también para los transeúntes de la agitada Buenos Aires.
Los árboles son un tesoro, son patrimonio, son testigos de la historia, son los únicos que nos pueden proteger del desastre climático en el que vivimos. Los árboles son seres vivos. Es responsabilidad de todos involucrarnos y cuidarlos!